Me abrí a la dulzura de sus besos,
porque ella era en sí misma pura poesía
y entre mis brazos se transmutó en cielo,
caramelo y golosina.
Sus labios me supieron a fruta tropical
con cadencia a música veneciana.
Ella es luz y vida, yo,
la energía que la alimenta.
Somos ambos indisolubles
¡Complementados!
Viviendo ambos en una nube,
de amor, pasión y de pecado.
No la olvidé, más es bien cierto,
que quise hacerlo.
Hasta se me tiñó el cabello de plata,
viendo el rápido pasar del tiempo,
esperando el cumplimiento de un sueño
y dejando que esas horas, despierto,
la vida pasara ante mi vida,
sin dejarme ni un solo recuerdo.