Imagen obtenida de Internet
Qué
corta es la ruta la del sentimiento
y
que gran osadía enarbola por bandera el corazón.
Pedirnos
tanto sacrificio, para después
olvidarnos
sin más, sin otra pena ni dolor.
Del
amor hui desorientado y confundido,
con
la mirada perdida y angustiada,
nublado
por las lágrimas el cristalino.
Mi
rostro, ennegrecido de culpa, se asemejaba
a
la cara de un niño chico,
lloroso,
mocoso y perdido.
Hacía
mucho tiempo que mis pasos
equivocaron
la ruta
y
ya era demasiado tarde
para
forzar la marcha y volver atrás.
Ya
se me habían escapado las ganas
y
no me veía con fuerzas
ni
con ilusiones suficientes para volver a empezar.
Mi
mente no paraba de culparse
y
me decía lo inútil que había sido,
¡cobarde
también!
Ella
siempre supo que no mentía
ni
exagerada, me conocía muy bien,
¡sabía
que decía una gran verdad!