Imagen obtenida de Internet
En lo alto de una estrella naufragué,
horas, días o meses, no lo sé,
el tiempo se nos hizo dueño
y allí mismo, envuelto en mis sueños, renuncié a ti.
Ya no habrá más silencios estúpidos,
ni más palabras amables, tiernas, dulces o amorosas.
No, nada me queda por darte, somos los dos unos extraños,
que conviven sin mirarse, ni aún bajo las sábanas blancas.
Los silencios fueron los que nos llevaron a la soledad,
al sollozo del llanto, a los desprecios y malas palabras.
Voces dolientes usando el lenguaje del insulto
y el menosprecio para hacerse daño
y romperse, a golpe de silencios, el uno al otro.
Aún me duele recordar aquellos primeros silencios,
cuando lo fueron, únicamente para amarnos.
Hoy para lo único que sirven es para odiarnos aún más
y para maltratarnos y hacernos más daño, destrozándonos.
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