Imagen obtenida de Internet
Como el barco que naufraga,
contra las rocas; así de brusco y directo...
naufragué yo, quebrando mi fe
ante lo absurdo de la situación.
Necios fueron mis sentidos
traicionando mi fe,
desoyendo a mi espíritu ante la sed.
¡Mortal que se asió a una roca
buscando refugio, y la roca lo aplastó!
Trémulo e indeciso o tal vez,
¿sólo un inocente, sin fe?
Divagué sobre la necesidad de mis sentidos,
recostando a mi cuerpo sobre una afilada daga,
que apreté contra mi pecho,
y me la hundí hasta el fondo después...
La miré mientras sangraba,
mis ojos permanecían fríos, ni parpadeaban.
La sangre fluía caliente,
por entre los dedos que temblaban,
escapando sin pausa de la herida
¡y huyendo hacia la nada!