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    viernes, 16 de diciembre de 2011

    ‎Duerme... mi rosa de jardín




    El nardo contemplaba
    a una bella rosa de jardín,
    sus pétalos susurraban...
    "Duerme dulcemente, mi bella
     y perfumada, rosa de jardín...

    La contemplaba absorto y admirado el nardo.
    …En ese lecho de amarillo pasto,
    tus húmedos pétalos abiertos, por la ayuda del viento,
    dejarán vaporosos aromas al paso de tu perfume.


    Mas yo, seguiré triste y compungido,
    Y me esperaré siempre oculto y a unos pasos.
    Yo, un simple nardo, feo, arrugado y absurdo,
    Esperando al menos, el poder verte sonreír...

     Tú, mi amada rosa, recostada;
    sobre el afortunado pasto amarillo del jardín,
    harás que cele el verte tan hermosa,
    apoyada entre sus amarillas espigas amarillas...

    Y  temblaré de dolor y desesperación
    cuando la suave brisa incida sobre ti…
    y envidiaré la forma en que te admira,
    con cada roce o nueva caricia,
    mientras yo, pobre nardo enamorado,
    me estoy sintiendo morir...”.


    Ella, la bella rosa,
    siente en su entraña, su dolor,
    aunque, inamovible, 
    su cáliz se le inflama
    mientras... él sólo la observa, 
    la admira y ama.



    “¡Ay!... mi rosa...
    esos pétalos abiertos, me aceleran,
    y subyugan
    me enaltecen y me hacen gemir...
    eres mi sueño... ¡mi dama hermosa!”

    ¿Qué pasa... quién se atreve?
    El nardo blasfemó herido,
    algo frío sintió en su tallo...
    de repente todo se hizo oscuro
    y su latido... se quebró.