El
nardo contemplaba
a
una bella rosa de jardín,
sus
pétalos susurraban...
"Duerme dulcemente, mi bella
y perfumada, rosa de jardín...
La contemplaba
absorto y admirado el nardo.
…En ese lecho de amarillo pasto,
tus húmedos pétalos abiertos, por la ayuda del
viento,
dejarán vaporosos aromas al paso de tu perfume.
Mas yo, seguiré triste y compungido,
Y me esperaré siempre oculto y a unos pasos.
Yo, un simple nardo, feo, arrugado y absurdo,
Esperando al menos, el poder verte sonreír...
Tú, mi amada rosa, recostada;
sobre el afortunado pasto amarillo del jardín,
harás que cele el verte tan hermosa,
apoyada entre sus amarillas espigas amarillas...
Y temblaré
de dolor y desesperación
cuando la suave brisa incida sobre ti…
y envidiaré la forma en que te admira,
con cada roce o nueva caricia,
mientras yo, pobre nardo enamorado,
me estoy sintiendo morir...”.
Ella,
la bella rosa,
siente
en su entraña, su dolor,
aunque,
inamovible,
su
cáliz se le inflama
mientras...
él sólo la observa,
la
admira y ama.
“¡Ay!... mi rosa...
esos pétalos abiertos, me aceleran,
y subyugan
me enaltecen y me hacen gemir...
eres mi sueño... ¡mi dama hermosa!”
¿Qué
pasa... quién se atreve?
El
nardo blasfemó herido,
algo frío sintió
en su tallo...
de
repente todo se hizo oscuro
y
su latido... se quebró.
El
nardo contemplaba
a
una bella rosa de jardín,
sus
pétalos susurraban...
"Duerme dulcemente, mi bella
"Duerme dulcemente, mi bella
y perfumada, rosa de jardín...
La contemplaba
absorto y admirado el nardo.
…En ese lecho de amarillo pasto,
tus húmedos pétalos abiertos, por la ayuda del
viento,
dejarán vaporosos aromas al paso de tu perfume.
Mas yo, seguiré triste y compungido,
Y me esperaré siempre oculto y a unos pasos.
Yo, un simple nardo, feo, arrugado y absurdo,
Esperando al menos, el poder verte sonreír...
Tú, mi amada rosa, recostada;
sobre el afortunado pasto amarillo del jardín,
harás que cele el verte tan hermosa,
apoyada entre sus amarillas espigas amarillas...
Y temblaré
de dolor y desesperación
cuando la suave brisa incida sobre ti…
y envidiaré la forma en que te admira,
con cada roce o nueva caricia,
mientras yo, pobre nardo enamorado,
me estoy sintiendo morir...”.
Ella,
la bella rosa,
siente
en su entraña, su dolor,
aunque,
inamovible,
su
cáliz se le inflama
mientras...
él sólo la observa,
la
admira y ama.
“¡Ay!... mi rosa...
esos pétalos abiertos, me aceleran,
y subyugan
me enaltecen y me hacen gemir...
eres mi sueño... ¡mi dama hermosa!”
¿Qué
pasa... quién se atreve?
El
nardo blasfemó herido,
algo frío sintió
en su tallo...
de
repente todo se hizo oscuro
y
su latido... se quebró.