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En esa
hermosura tuya,
digna de
una diosa del olimpo,
vistes
cada amanecer,
con
lágrimas húmedas del rocío,
dejando que
te acaricien todo el cuerpo.
Sueños
de divina ensoñación
viven en
mí por tu amor revuelto,
abrazados
a una esperanza,
un latido
inextinguible, casi eterno.
Tan
sangrantes son en mis adentros,
que son
la causa injusta,
de esta
separación infame,
que
recorren sin querer,
el mundo
de mis sueños.
Tinieblas
de poder
me
envuelven en sus lamentos,
jugando
a involucrarme...
¡a
morirse en mis entrañas y desiertos!
y son
esos versos, mi amor...
los que
me duelen, hieren y matan…
¡hiriéndome
y desangrándome!