Ya no
hay vuelta atrás,
llenaste
mi vida de esperanza,
me diste
fuego al anochecer
y
fantasía descarnada al amanecer...
Sembraste
la ilusión
dónde el
horror y la soledad
eran mis
visitas predilectas,
saboree
de tus labios,
las más
exquisitas viandas del placer.
Y
ahora...
amarte
no es estar agradecido,
ni
siquiera lo es el darte mí corazón,
ni eso
compensaría el logro fantástico tuyo de amarme.
¡Te amo,
sí, con cada lágrima al rozar tu carne!
con cada
suspiro y cada gota de rocío,
al
besarte y acariciarte...
Te amo
más que la poesía edificada en un sueño;
y mucho más
aún, cuando, al despertar,
tus
brazos son el soporte de mi orgullo y mí
fe.
A mis
ojos cedes la visión de tu cuerpo desnudo,
dejando
que sea mi cuerpo quien te cubra;
¡y
mis besos te posean con deseo y lujuria!