Imagen obtenida de Internet
Mi musa se durmió,
adolorida por mis besos.
Besos de tonalidad grisácea,
mezcla de gracia y fantasía.
De un eslabón que estuvo perdido
en el albor de una idiosincrasia
absurda y vacía.
Terror a mis miedos,
sin darme cuenta me decía;
“soy el apego a la carne,
lamiendo goloso sus heridas”.
¡Válgame la soledad por única compañía!
Después y visto lo cual,
ardió en mi interior, como yesca seca,
la pulcra y necia mano de mi escritura,
ociosa, difusa ¡enloquecida!
Parangón a la memoria endeble,
aquella que se acartona,
se mece en un vaho de aceites,
y se nutre. al igual que el necio fariseo
¡De su excelente hipocresía!
Me mira aquel que todo lo ve,
ese ser al que todos tememos,
al del mazo, el justiciero.
Valiente mediocre, que siempre castiga
y maltrata a los buenos.