Imagen obtenida de Internet
Entre alelíes, alucinaciones,
áspides venenosas y laúdes,
emerjo ceniciento, entre notas,
arisco e incólume.
Tal vez más cansado,
ahajado o macilento,
cómo la planta pamporcino,
cuando es comida por los cerdos.
Reseñando partes de mi vida,
que deploro y de las que huyo,
escribiendo y odiándome,
sobre una cuartilla blanca,
en la que dejo la negrura de mi alma,
visión apocalíptica de un negado agnóstico, sin virtud alguna.
Salvo la de ser un enfermo infecto,
viviendo como puede en su propio infierno inventado.
Solo pido una cosa;
que el destino me quiera dar
una
oportunidad más.
Aunque lo que me acabe llevando
no sea mas que un castigo, uno más,
un latigazo más sobre estas anchas,
viejas y doloridas espaldas.