Imagen obtenida en Internet
No deja de sorprenderme el modo en que me estimulas,
me
enervas, estremeces y logras hacerme tiritar de frío.
Me abarcas por entero, cuando te pienso,
cuando hago exposición de lo que deseo, y te encuentro,
pegada
a mi piel, inhalando los suspiros que salen roncos de mi pecho.
Eres la esencia inextinguible de mi fe, la real diosa,
estímulo que libra conmigo y a pecho descubierto,
la batalla desigual de un
amor verdadero.
Por esa razón sigues siendo mi musa, mi obsesión,
el volcán
que ruge y grita en forma de gemidos,
que son los auténticos alaridos que
fluyen de mis entrañas,
queriendo doblegar tu cuerpo y convertirlo en mi único
universo.
Eres tú, diosa mía, a la que amo, la que me estimula y a la
que deseo,
aquella que, sin hablar, ni hacerse visible,
sabe que vive gozosa y alegre en mi pecho.
Ni tu ni yo pronunciaremos a la vez nuestros nombres,
sin
embargo, tú sabes y yo sé...
que ambos estamos a un paso tan solo de ser lava ardiente...
a
punto de ser expulsada por un volcán y ser engullida por nuestra sangre
y explotar
en un orgasmo en nuestros cerebros.