Imagen obtenida de Internet
Me queman profundamente las injustas medidas del miedo
y las
carencias de un alma en constante evolución.
El deseo de pedir una libertad
añadida que es una terrible equivocación.
Palabras mayores que se retuercen
doloridas y confusas entre mis dedos.
Me obnubilan y ciegan sus precarias e insuficientes perversas
traiciones,
siempre cargada a mi espalda, como una dura roca de grueso volumen
que quiebra
mi diafragma a golpe seco, sin sonrojo ni mayor enojo.
¡Maldita libertad de los sentidos cuando ladran o rugen rabiosos
y consentidos!
Pobres humanos... bajo el colosal y desmedido abismo de la
sangre,
nuestra propia sangre, lloran al miedo.
No puedo no, por menos que sentirme herido y solo.
Lastimado por una mano querida, aquella que un día me acarició
y hoy aquí... yace muerta, bajo mi corazón, siempre loco, siempre sin sentido.
Me quema una idea, me nutre la confusión,
machacando el área
difusa de mí mente,
mi perdición... la hendidura de la carne,
huesos, vísceras y
sangre. Horror... hablaba de mí, de mis
ansias,
aunque siempre, siempre... ¡llego tarde!