
Imagen obtenida de Internet
Besé sus lágrimas llorando.
Las bebí, sediento de pasión.
Los dos bebimos, visionando
nuestra eterna, hermosa adicción.
Calló etérea la noche, ido
y callado el ruiseñor, bastión
incólume su abandonado
curtido e indomable corazón.
La besé sí, con vehemencia,
con lascivia y lujuria la amé.
Cerré sus ojos con conciencia.
Con caricias dulces la abrumé,
caí yo dormido, en su ciencia,
a su amor juvenil, lastimé.