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    jueves, 16 de abril de 2015

    Diosa de la carne ella, yo, fui su ardor y su adiós

    Imagen obtenida de Internet

    Tomé su talle y la llevé a bailar, éramos dos críos. 
    Se sonrojó levemente, la abracé y susurré llano: "
    Eres mi flor, eres dulzura, mi amor... y los delirios de este amor 
    me vuelven loco por tu cuerpo de ébano".

    La besé con tierna dulzura la palma de su mano, 
    luego, sus dedos, uno a uno, humedecí con mis labios, 
    lamiendo cada pliegue o dibujo de su cuerpo humano. 
    Diosa de la carne ella, yo, fui su ardor y su adiós.

    Triste y vacío quedó mi corazón al verla marchar. 
    Su vestido danzaba mientras ella desaparecía. 
    Mi alma quedó desolada, nunca la volvería a besar.

    Sus razones fueron obvias... yo, para ella, no existía. 
    Adiós para siempre, adiós mi amor, mi bella flor de azahar. 
    Hoy renunciaste a un niño... y fuiste pura hipocresía.