Imagen obtenida de Internet
Tomé su talle y la llevé a bailar, éramos dos críos.
Se
sonrojó levemente, la abracé y susurré llano: "
Eres mi flor, eres dulzura,
mi amor... y los delirios de este amor
me vuelven loco por tu cuerpo de
ébano".
La besé con tierna dulzura la palma de su mano,
luego, sus
dedos, uno a uno, humedecí con mis labios,
lamiendo cada pliegue o dibujo de su
cuerpo humano.
Diosa de la carne ella, yo, fui su ardor y su adiós.
Triste y vacío quedó mi corazón al verla marchar.
Su vestido
danzaba mientras ella desaparecía.
Mi alma quedó desolada, nunca la volvería a
besar.
Sus razones fueron obvias... yo, para ella, no existía.
Adiós
para siempre, adiós mi amor, mi bella flor de azahar.
Hoy renunciaste a un
niño... y fuiste pura hipocresía.