Me corroe el alma y es el ansia que me llama
y el espíritu el que me canta mientras,
la razón, me niega la felicidad que
al corazón ahoga y espanta.
Noches oscuras y eternas,
son las simientes que sembré sobre tierra estéril,
esperando el nacimiento de un campo florido
y no el jardín ensombrecido de piedras negras
y secas, donde pude al fin,
dejar secar las lágrimas que de niño derramé.
Misteriosa fue la fuente de la que bebí,
me hizo fuerte, seco, adusto y necio...
por todo lo bueno que pude tener y que,
por insensato e inmaduro… perdí.