Libérame, blanca paloma, de sufrir tus ansiedades
o padecer
tus lujurias pasadas y falsas inquietudes.
Aquellas que sodomizaron al amor con
sus verdades,
su palabrería intrínseca en sus orondas vanidades.
Tal vez te pida perdón con saliva en tus humedades,
lamiendo
con mi lengua sucia tus hondas profundidades.
En ese lecho que nos dio una vez cobijo.
Y recuerdes: feliz,
satisfecha, cuando por mí carne sufriste ansiedades.
Blanca paloma, hoy negra y triste, deforme o grotesca.
Fuiste
nardo entre mis brazos, flor de alhelíes en mis entrañas
y rosa anacarada en
nuestra almohada golosa y blanca.
Me perdiste y... te perdí, los dos fundimos nuestras entrañas,
huimos para siempre, buscando, tras una nube agónica,
pesarosos, llorando la tristeza en un mar de lágrimas isleñas.