Imagen obtenida de Internet
Yacemos los dos desnudos en el lecho,
los dos cuerpos sudorosos
enrojecidos y enardecidos de pasión
como el rubor de una virgen ante su Dios.
Divino es el escuchar tu respiración cálida
pegada a mi pecho, los dos convexos.
Dulcemente tu mejilla contra mi piel,
en un hermoso despertar junto a tu cuerpo,
los dos abrazados y fundidos
esperando la llegada del amanecer.
Se nos fue la noche entre gemidos,
buscando un universo en nuestras bocas
suspiros enaltecidos fluyeron por doquier,
y cayeron en el torbellino del volcán tumultuoso del ayer.
Ven, no dudes más, eres mi mariposa,
mi hada violeta y hermosa, divina providencia nacida rosa
y
germinada en crisálida.
Amores casuales dirigidos por la mano de la madre naturaleza
y
obligados a encontrarse,
a abrazarse y amarse locamente con toda
el alma y el corazón.