Imagen obtenida de Internet
Rechacé al miedo por generosidad.
Tantas veces lo rechacé a un tiempo,
que hasta empecé a notar que se alió
al miedo y se unió a mí desesperanza y depresión.
Injusticias que cabalgan a lomos sobre mi cuerpo,
que se justifican clavándome sus garras de maldad,
Sin prejuicios y con denodado ahínco
me destrozaron con
sangrienta inquina y maldad.
A la horrible zarpa lisonjera que palpó
sin remordimientos mi fe, mi ilusión y afectividad,
e hizo de mí una marioneta, un daguerrotipo
de una imagen banal
y odiosa de una falsa realidad.
Mis labios tremolaban como un cepo,
buscando unos labios rojos
que besar con ansiedad,
Sin embargo, aquí siguen, y se mantendrán, secos,
rotos
por la asiduidad de mantenerse inmersos
en un gran mar de obscenidad.