Imagen obtenida de Internet
La besé desde la profundidad de mi garganta,
con la suave y cálida humedad de mi lengua,
sintiendo al tiempo como se mezclaban nuestros fluidos
y como se disparaban nuestras alocadas hormonas.
La llevé abrazada a mi cuello mientras la desnudaba,
ella se dejaba hacer, melosa, dulce y excitada.
Mi cuerpo aplastado contra el suyo sudaba y vibraba,
y no era solo yo quien palidecía, estremecía o tiritaba.
La desnudé sin hablar, dejando que lo hicieran por mí mis
gemidos y dejé que su cuerpo estallara de goces y suspiros
dejando penetrar mi carne en sus secretos más recónditos y
escondidos.
Entonces fue que me dejé llevar por el corazón
y dejé que mi alma fluyera y se escapara de mi cuerpo.
Desde lo alto la vi yacer un instante, cálida y amante,
sus pechos al descubierto y, manchados con mi sangre.