En ese
antiguo lugar donde,
sentí el
desbordamiento de mis sentidos.
Se
entremezclan sabores; resecos y añejos.
Fruto de
mis recuerdos...
Son
salobres, mustios y agridulces,
apenas
entran en mi mente;
se
rezagan y huyen como si los persiguiera,
la
mismísima muerte.
Y cuanta
razón llevan...
Son las
lindes tenebrosas del alma
involucrándome
en sus miserables sombras,
queriendo
hundirme en su lodo hediondo
y
abrazándose a mi alma,
como se
abraza a un leproso cualquiera.
Quiero
huir... esconderme de esa usura,
perderme
en el ilusorio mundo de los locos,
y
evadirme de este miedo, que me agarrota el alma...
Y
quiebra mis sentidos; haciéndose dueño de mí...
¡de mis
horas... y de mis ansías!
Crece la
inquieta zarza, por entre las lindes
desordenadas
de mis ideas, agarradas lívidas
a mi
desencanto y falta de cordura...
¡tallos
embebidos en la sangre de mis venas,
nutriéndose
de mi alma y de mis penas...!