
Si
supieras... dónde está enterrado mi corazón...
tan
profundo y tan negro es su abismo que,
ni un
latido bombeado por sus venas,
romperá
el silencio donde fue condenado y apresado.
No
miréis mi rostro desde la banda protegida de vuestras almas...
miradlo
si acaso... desde vuestra mísera esquina,
donde
dejasteis el corazón, para envolverlo en comercio.
Y así...
mientras recitáis un clásico...
dejadme
a mi con mi “hedor" a muerto pues,
ni una
lágrima sobrevivirá a su gélido aliento...
es
más... ni el llanto sobrevivirá a su condena;
a la que
fui condenado... de dolor y sufrimiento.