Pasa el tiempo y el suplicio de vivir
va pesando en mí como una cruel
losa.
Mi corazón se queja y cruje como
piedra
de un camino desigual y sin
asfaltar.
Llora la pena y su desgracia de
no saber
hacia qué lugar del pecho se ha
de quedar.
Amargamente… golpea las paredes
de mis entrañas
con su cántico repetido e
incesante, bom, bom,
sin saber si la muerte será su
incierto final.
Miré de un jardín, sus rosas,
pletóricas estaban de luz y de
belleza
y al alzar mis ojos sangrantes...
ante el espejo, me encontré en
las sombras,
solo y desolado ante un gran muro
de rocas…
un bosque de emociones y
sentimientos desahuciados.