Imagen obtenida de Internet
Sentado en esta silla, muy a mi pesar, pienso y veo,
las
razones misteriosas que tiene el corazón para obligarnos a mentirnos según
nacemos y crecemos,
mientras miramos, temblorosos, hacia un horizonte vertical.
Reproches sin o con sentido ¿qué más nos da?
somos como ejes
desengrasados que, chirrían
según van andando, subiendo o bajando sin más.
Quizás es que anhelamos nacer de nuevo para no volver a crecer
jamás. Notas que, discordes, nos gritan o se entretienen en sonar, o
tal vez son solo trémulos sonidos de las voces roncas nuestras al rezar.
No lo sé. Desde la silla que me sustenta y soporta,
zigzagueo
nervioso e intranquilo, aúllo silencioso, lloro,
o me evado entre vahos de miseria y soledad.