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    viernes, 15 de noviembre de 2013

    Volando en busca de mi amor


    Me elevo en el tiempo,
    separando de mi cuerpo
    las alas invisibles de mí inspiración.
    Vuelo majestuoso y decidido...
    voy en tu busca, mi amor,
    mi pequeña de labios color canela.


    Observo la belleza de nuestro planeta,
    en ese momento toda la naturaleza me habla de ti. 
    Los árboles, las flores,
    los animales y las plantas salvajes.

    Todas ellas me dicen susurrando
    «Es bonita, sencilla, alegre y juvenil,
    sus labios son húmedos y cálidos
    y en sus ojos grandes de color café,
    brilla la ilusión y pasión por el amor
    que siente por ti.

    No tardes y ve junto a ella,
    te espera con la piel brillante
    y los labios entreabiertos
    por el deseo más profundo
    esperando tú beso amado,
    Ella te espera…
    con su cuerpo voluptuoso de Diosa,
    agitada de excitación y temblorosa,
    sus ojos anegados en lágrimas
    viven y suspiran anhelando de ti.


    Mis ojos se abren de asombro,
    nunca antes había sentido así,
    nunca había escuchado con tanta claridad,
    a la naturaleza hablar.

    ¿Será posible que el amor
    me haga vivir una felicidad así?


    No les contesto. No por falta de educación,
    sé que la naturaleza me entiende
    y así fue como todas y todos
    se despidieron sonrientes de mí.

    Los animales, con gruñidos,
    los árboles, sacudiendo sus ramas
    y las plantas abriendo y cerrando los pétalos
    de sus perfumadas y olorosas flores.


    ¡Vas por buen camino! Me gritó a lo lejos
    una enorme ballena con su voz gruesa y profunda, 
    antes de tirar por su nariz
    [espiráculo] un enorme chorro de vapor.


    Mis oídos dejaron de escuchar
    ruido alguno, mi mente se dividió en dos
    y mi corazón te empezó a llamar enloquecido
    con el sonoro toc, toc de sus poderosos latidos.

    Una parte de mi mente jugó a imaginar
    cómo sería este, nuestro amor,
    al tenernos mutuamente en brazos
    y nuestras pieles fundidas la una a la otra.

    En una eternidad que, no por ser humana,
    fuese menos infinita y hermosa. La otra, lloraba de felicidad, 
    al soñar que te soñaba y en mis brazos llorabas feliz y dichosa.