Te busco al entrar y al encontrarte, te observo,
tu rostro señala
cansancio, pero también felicidad.
Ven, mi amor, te llamo. Mi voz es apenas un susurro.
Ven,
entra, cierra la puerta y recuéstate junto a mí.
Necesito tanto tu contacto y tus
caricias…
Estuviste todo el día fuera y nuestros cuerpos necesitan tocarse e inhalarse.
Tu cuerpo se cimbrea voluptuosamente
mientras camina hacia mí,
provocándome un espasmo de placer
y un suspiro de dicha encubierta
nacida desde
lo más profundo de mi pecho.
Nada más poner mis manos sobre tu cuerpo
noto como te estremeces, ahora... ¡bésame!
quiero beberme de un trago tus suspiros...
¿Sabes? necesito acariciarte, lamer tu independencia
hasta
hacerla dependencia y, sí, sorberte
hasta el pensamiento en un suspiro?
Mis manos comienzan a danzar sobre tu cuerpo
dejando
suavemente, pero firme, mi huella sobre tu piel.
Te agitas, gimes y te arqueas de placer…
Mi cuerpo ya desnudo de vestimentas
se aprieta y se funde con un jadeo al tuyo
mientras, mi boca no
deja de besarte,
morderte y lamerte cada pliegue de tu piel.
Tu cuerpo grita, me suplica con enloquecedores gemidos,
mientras arqueas todo tu cuerpo hacia adelante,
tus manos hacia atrás. me sujetas, me abarcas,
sublimando cada uno de mis suspiros,
cada envite de furia sobre tu cuerpo vencido al mío.
Abierto, muy abierto y dispuesto, desgarrado y sensual,
preparado para satisfacer todas mis ansias,
calmando el volcán de mis entrañas
y mis adentros.
Saciando a la vez todos los deseos tuyos en tu universo...
en un éxtasis de placer y goce que nos hace estremecer algo
más que nuestros dos cuerpos... ¡A nuestras dos almas y a nuestro universo!