De
recuerdos agridulces y amargos
muere mi
memoria desafiando a la verdad,
tristes
horas que se escribieron en las estrellas
en
aquellas añejas y a la vez, gloriosas tardes.
Miedo
tengo a perecer, absorto y ciego,
careciendo
de la dignidad suficiente
para
vivir sin que me pierda mi conciencia.
Puse
sobre mis espaldas,
las
ansias de la fe y la discordia,
peleando
hasta hacerme sangre…
ella es
roja, salada y… pobre.
Ni
siquiera es clara…
es tan
oscura como la vida lo es de sombría,
y ello
me provoca náuseas y dolor sobre mis
espaldas.
Por un
instante me dejo dominar por la rabia,
me
muerdo los labios y grito, arrancándome
un quejido,
esperando
a que alguien, se detenga,
se gire…
y me mire, solícito.
Pero
no ¡ni una sombra viene a rescatarme!
Solo y
en medio de la soledad,
mi alma
se agita y ríe como una loca…
descubriendo
tarde que,
en la
vida solo se obtiene soledad…
y para
la muerte yo… ¡solo soy un proscrito!