No sin
razones, navegamos por mares distintos,
tú,
sembrando rencores, yo, recogiéndolos.
venenos
más simples bebí, diluidos en mi sangre,
creyendo
que eran manantial para salvarme.
Recorrí
la hoguera de tu cuerpo incendiando parte de mí,
para
después, paliar con primaveras, mis sueños y deseos de ti.
Hoy tú
allá y yo aquí, suerte del lerdo… ¡me confundí!
No
habité el silencio, y el pecado de la carne, me consumió.
Después,
me perdí en ese limbo de los malditos buscando, aquellos tenebrosos y callados
suspiros, lanzados por ti y que
hoy vuelan
tras el hálito de una aventura, tras una pantalla de apasionado frenesí.
Adiós te
digo cantando, ésta triste y denostada melodía:
“fuimos
novios… siempre novios…”
¡Infame
de mí!
guerreé
sin saber una sola sílaba de una guerra,
para perderme,
sin haber comenzado, una sola batalla…