Y
mi vida se llenó de miserias,
cargando
sobre mis hombros
las
injustas vicisitudes de la tierra.
Me
hice entonces a la mar
soñando
con nuevas historias
¡nuevas
y renovadas leyendas que contar!
Acaricié
de modo luctuoso
los
vestidos de nuevas letras de seda,
y
escuché de las sirenas
las
melodías susurrantes
de
sus oscuras bellezas.
No
obstante ni aun así
pude
hallar la paz soñada,
ésta
se me escapó en una nube
obsoleta
a modo de casta imagen,
difusa,
de cuanto soñara o amara.
Volví
a la tierra que me desterrara,
dejando
a la mar, abrazado a sus quimeras,
temblando
de olas saladas y caprichosas.
Y
me perdí de nuevo...
mintiéndome
en mi propia faz,
siempre
engañosa y embustera,
que
me dijo sin hablar...
¡nunca
volverás a soñar!