La
poesía desoyó mis súplicas
y me
hizo tragar cada sentencia mía,
¡ni una
sola firme me dejó en las entrañas
escrita!
cada una
de mis letras se fundieron en versos, que ardientes, me dieron sin condición, la
vida.
Nunca
quise esa sensación quemando mi interior, poesía…
lava
ardiente diluida en mi agonía,
convirtiendo
a mí llanto en una maravillosa orgía.
Tiré entonces
hacia el absurdo y me negué a lo evidente,
como un ser
humano, latía cada célula mía,
perforando
mis tímpanos, cada soneto, en cada embestida
de esa
horrible bestia que me grita y me posee la vida, mí poesía.
Cada
goce, cada sentir, me quema y hiere,
y hasta logra
hacerme volver la vista atrás y saltar al vacío…
al
abismo de esta inmensidad que es la vida,
y en la
cual solo me dejé poseer por la verdad, el amor y… la poesía.