desde
que te conocí te convertiste en vida, aire y sol;
tus
pensamientos son, a mis manos, arcilla y tonalidades,
donde
brillas cada vez más con luz propia como un girasol.
Ven,
recuesta tu cabeza sobre mis hombros, no me tardes;
soy
abrazo amado de tus deseos otoñales, crisol;
de
la estrella, que te desea, y hace vibrar en tus tardes,
hendiendo
tu carne, acariciándote y amándote al sol.
Ven,
mujer, amada y dichosa, entre sábanas y sauces,
para
mi fuiste oda, verso, rima, dulzura
deseada;
luz
que brillaba en las mañanas y hoy, amor, te deshaces
conmigo,
entre mis brazos, piel, mi cuerpo, ¡acelerada!
manantial
de placer que se buscan en los ríos y cauces
y
que encontramos los dos, amándonos… y a mi acurrucada.