Imagen obtenida de Internet
Se me abren las entrañas, mientras
las lágrimas fluyen con ardor de mis ojos,
parecen querer gritarme,
cuando resbalan veloces por mis mejillas
veloces y sin pausa, cuánto es su dolor.
Odio sentirme tan desgraciado, porque
no tengo derecho a quejarme, la vida,
jamás fue cruel conmigo ni me abandonó,
al contrario, me estuvo arropando y protegió.
El escozor de mis ojos me hace ver diferente.
Le grito al aire mi dolor, por sentirme tan solo,
¿la excusa? ser desgraciado y miserable.
No hay sentido en mis lágrimas ni lo hay
en la pasión impuesta, desafiante y desgarradora
a mis males y a mi sin razón.
Soy un ente fantasmal, lúgubre, ceniciento y etéreo,
de aquello que vivió, sufrió y se dolió…
culpando a los demás mortales de su dolor.