Puse
mi ansiedad al servicio de la agonía
y
le procuré servicio, sumisión, adoración y dolor.
Tarde
entendí que mi fe hacia ella no existía,
que
era fuente y capricho de lo que yo creía “salvación”.
En
vela me acariciaba la frente mientras existía,
me
daba aliento, sufrimiento y deshonor.
Por
capricho y, tal vez, hundida, la furia,
me
traicionó.
La
llevo aquí, impresa en la frente,
en
el pecho y en el corazón.
Ansiedad
en hebras de malicia y perdición…
horrorosa
superficie que se alisa en mi piel
y
se clava en mis entrañas.
Putrefacción
de la sangre y las vísceras,
sangre
negra y podrida.
Me
siento en medio de mi propia sangre derramada…
sangre saliente de una oscura y
profunda herida que me hice yo.
Herida
miserable abierta por una mano amiga…
dueña y ama de mi razón y corazón.