Imagen obtenida de Internet
Ese leve rubor de
tus mejillas al sonreírme
me sirven para
animarme y mostrarte cuanto te quiero.
La dulzura que necesitaba para
deshacerme
y en mi pecho
contenerte para decirte, mami... ¡me muero!
Me perdí tras un
rumbo maldito, camino uniforme,
sendero oscuro
delatado... para un dolor certero.
Prófugo corría en
mi sangre, rastrero, vil e infame.
Rosa pálida, triste
y ojerosa, me sanó, pero,
la retadora sombra
me sonrió, feliz de encontrarme.
Sus caricias de
trenzado y de acuñado caladero,
incidieron en mis
ojos, corazón, hasta abrasarme.
Desde entonces sigo
por aquí, ido, feliz y ¡entero!
esperando la vuelta
de tu arrullo antes de acostarme,
así abrazarte, besarte y decirte al oído
¡mami, te quiero!