Imagen obtenida de Internet
Me recreo en su desnudez contemplando su belleza.
Está
dulcemente quieta, leve, cristalina en su hermosura.
La estimulo lanzándole mi
sonrisa, desveladora de promesas.
Se estira y bosteza, no la hago esperar,
mi cuerpo la abraza y la penetra.
Me muevo despacio sobre su piel blanca,
fina, como una caricia, lascivo, dándole placer.
Se erige en diosa y con suave e incisiva presión,
rodea
mis glúteos con sus sedosas piernas.
Nuestra respiración se vuelve agitada
y se acopla la una a la otra,
al igual que nuestros fluidos se mezclan,
se fusionan calientes como lava
y en nuestras entrañas se vuelven río.
Su espalda pegada a las sábanas, parte de mi cuerpo dentro del
tuyo.
Los dos batiéndonos en duelo de orgasmos, gritos y gemidos.
Ninguno ganará, ninguno será vencido,
porque
somos tan solo carne hecha gemidos.