La veo feliz, se desnuda y se
acuesta sonriente,
me anima a hacer lo mismo, mi
cuerpo se rinde y cede.
La abrazo, aprieto contra mi
hombría, ella ardiente,
se conmueve, suspira, gime, se
agita y concede.
Nuestros sudores se confunden a
contracorriente,
bajan por nuestros cuerpos y
pieles y los transgrede,
los convierte en río de lava y en
bosque, la mente.
Dos enloquecidos, dos salvajes,
idos adrede.
Cuerpos juntos y abrazados
apasionadamente,
en la lujuria viciada y desatada
que excede
en mucho mi capacidad máxima de
quererte.
Amor de locos que se atraen y
buscan, cobarde:
intentando hallar la forma de que
no les afecte
por su entorno, siempre sucio,
que nunca retrocede.