Mira mis sueños, son velados y
traviesos,
juegan a adivinar tus íntimos secretos,
no los escondas, serán míos, bulliciosos,
para el goce de nuestros cuerpos contentos.
Corre, niña, a mis brazos, fuertes y dispuestos,
te acogerán como se acogen a los besos,
con ansia y pasión, ambos cuerpos traviesos
y dejándose llevar, ardientes, nuestros alientos.
Serán mis sueños como el agua hirviente, densos
y a la vez serán cálidos y estarán ahítos,
como tus brazos al asirme, cariñosos.
Ven, no dejes de andar hacia mi mar de avientos.
Seré tuyo y tu mía, en la eternidad de los sueños,
siempre abrazados, fieles, dichosos, aún con defectos.