Imagen obtenida de Internet
Dulcemente deposita sus labios en mi boca,
saboreo sus labios, su lengua y su desparpajo.
La mezcla de nuestros fluidos nos emociona
y caemos en una tempestad con un rugido.
Caen nuestras ropas a un mismo tiempo
arrancadas con las manos y con los dientes.
Somos como fieras salvajes arañándonos, mordiéndonos,
copulando
y divirtiéndonos…
Los jadeos y gemidos son gritos de una herida
de placer, sangre caliente y brava debatiéndose
y muriendo a la vez.
La piel se nos surca en cientos de autopistas
llenas de curvas
y la sangre espesa,
caliente y caprichosa,
nos resbala por doquier.
Llegados al cenit, levantamos la mirada,
besamos nuestros
labios y con gran emoción y sentimiento
nos despedimos de nuestras almas.
Nos pedimos mutuamente el no buscarnos…
Hoy, apenas ayer…
¡maldigo la hora en que me dejé convencer!