Imagen obtenida de Internet
Quise deshacerme del peso, como piedra,
de aquella pesada losa que llevé durante mucho tiempo,
en forma de amargo recuerdo, cargado a mi espalda,
sin creerme, lo absurdo que era verme con ella a cuesta.
Penitencia impuesta de absurda contemplación,
por el internamiento a la que tenía sometida a mi alma.
Vacíos ilusorios de pensamientos veniales,
opacos sentidos en
una frente hirsuta,
carente de lógica o de vanidades.
Pero, sí, lo logré, cayó ayer ésta al suelo,
desprendida de mi cuerpo a modo de desgarro sangriento
y me cobijé en el llanto, escondiendo mis lágrimas
tras mi seca, ajada, agrietada y enferma piel.
No obstante, he de reconocer que me perdí en una sombría isla,
apaciguadora de voces huecas,
que fue el pasto amarillento y triste
que holló
mi planta, y tal vez sea un día donde me entierren
cuando mi alma, al fin,
descanse.