Y quise
perderme…
en el
confín más lejano de mis pensamientos,
rechazando
los sentires del alma,
obviando
las razones del corazón
y negándome
su latir desesperado que
no se
cansaba de pedirme… amor.
Me odié…
me odié
casi tanto como me amé,
con la
ilusión de aquel que vive soñando
y muere
de vez en vez… al despertar.
Me
pregunté, sin embargo,
¿alguna
vez lograré abrir esa puerta
y en esa
puerta… el amor me estará esperando?
No
renacerá nos obstante de mí una nueva esperanza,
siempre
será la misma, y me persigue,
sin tan siquiera
preguntarme si lo deseo…
¡no
habrá, para ti, vida! me dice….
solo estará la muerte… ¡esperándote!

