Ayúdame
a recorrer,
los senderos de la vida
y
convierte en un lazo invisible…
a quien, un día… te amó.
Déjame
si acaso el veneno,
incrustado
en el corazón,
y hazme
desaparecer...
las
odiosas embestidas del rencor.
Aquellas
que, infames,
penetraron
en el recinto
infecto
de mi desesperación…
esas
que, odiosas, me envejecieron
y que a
mi cuerpo castraron…
causándome
honda humillación.
Vacíame el líquido desigual
de mis entrañas, esas aguas sucias,
abrasadas por el veneno de la bebida…
y obvia,
si puedes…
la
afilada hoja… del desamor.
Para incendiarme
después, la sangre de mis venas,
recordándome
una vez más, que…
aquí y
ahora... ¡fallamos los dos!