Hoy
despertó mi fiebre salobre
y la
tempestad, como un rugido,
me abrió
en canal,
desgarrando a zarpazos
la
inocencia de un niño...
Huí hacia el fondo de mi alma,
persiguiendo
una fe, a la que
mantuve
siempre dormida,
esperando a la llegada de la muerte.
Fue así precisamente
que conocí la vida,
y entre
suspiros y la bebida...
fui
ganándome el cielo
¡a base
de promesas fingidas!
¡Tengo
hambre de fe!
y mis
esperanzas quieren una respuesta...
mis ojos
alzo hacia arriba, miran al cielo...
¡y nada... siguen sin ver!