Pintura de Jose Gabriel Acuña: pintor y escultor colombiano
Quién me iba a mí a decir que, a mis años,
pudiera volver a sentir en mis carnes
la llama incandescente del amor,
tan esquivo y engañoso hasta entonces.
Precisamente ahora cuando ya lo tenía asumido, olvidado, y
enterrado para siempre,
en el lugar más lúgubre y profundo de mi mente.
La arena de la playa fue la principal testigo,
el sol, las olas y la brisa marina,
las culpables.
Indefenso quedé ante su mirada,
su candidez y su expresión de mujer experimentada.
Pese a ello, quise escaparme a su embrujo,
huir de esa insegura estampa cristalina,
fiel promesa de horas incalculables de ilusiones y… falsas
esperanzas.
¡Imposible, no pude huir!
caí prisionero nada más abrazarla,
su esclavo, al darle el primer beso,
y su dueño, al fundirme en sus entrañas.
Ahora somos un todo inmersos los dos en la profundidad de
nuestros fantasmas,
Ella, vive en su mundo, y yo, en el universo hostil de mis
propias palabras.