El amor a los hijos no se puede callar,
lo gritas sin cansarte jamás, desde el alma,
gritos que pueden doler, pero que te calman
la ansiedad que brama, de tanto que los amas.
Mis gritos son
silenciosos, nacen y mueren
en mis entrañas, feliz de llevarlos dentro,
muy profundo, en cada átomo y en mi sangre.
Siquiera me hace falta mirar sus retratos,
tan dentro están allí, en mí mente, impresos.
Sus sonrisas, son la energía que me hace andar,
recorrer día a día, en lenta agonía,
por no poder, cada minuto, abrazarlos
como quisiera... aún así, la tristeza, no,
¡no me vencerá! ¡los amo con toda el alma!