Ella es poesía y
yo, su nazareno,
de ardiente,
pasional y loco beso,
que me dieran sus
labios en su ocaso
de sonrisa
abierta y mirar sereno.
Un sueño dejado
atrás y ambicioso,
perdido en el
olimpo de lo ajeno,
quejosa ella, él
solo taciturno,
dudoso él, ella,
lo cree un iluso.
Los dos tras un
sueño, hacer camino,
dejarse llevar,
ser feliz, ¡airoso!
un júbilo que me
llene el corazón,
me de paz al alma
y me haga dichoso,
como feliz, el
manantial, al fluir
hacia el mar,
alegremente el arroyo.