Imagen obtenida de Internet
Entraste despacio en mi vida. Sin buscarte,
lentamente, cambiaste mi rumbo alocado,
yerto de estímulos, viviendo atormentado,
y con las carencias lógicas de un ausente.
Caminé en tinieblas,
abreviadamente,
me busqué sin encontrarme en el pasado
y me agarré a un clavo ardiendo, muy asustado,
enajenado de pavor y aplaudiéndote.
Sí, entraste en mi vida silenciosamente,
y te abrazaste con fuerza a mi denostado
y triste corazón desmembrado y latente.
Como la rosa que en invierno desnudó
por puro capricho su desnudez ardiente,
para gozo de quien solo fue un absurdo.
para gozo de quien solo fue un absurdo.