Imagen obtenida de Internet
Cubrí avergonzado mi memoria de un rojo deslucido
esperando
calmar las ansias de lo que yo creía un pasado nefasto.
Un adiós alejado en el tiempo me asfixiaba y acompañaba,
queriendo deshacer el nudo que me ahogaba,
Te negaba tanto que dolía cada palpito o cada suspiro sometido
recreándome en expulsarlo con cada inhalación o exhalación.
Tanto deseaba no pensar... que me odiaba a mí mismo con una
fuerza abismal.
Zarandeé cada pensamiento o latido que me hablaba de ti
y era triste
ver cómo sin poder evitarlo volvían en un instante de nuevo a mí.
Mi debilidad
se hacía cada vez más patente y... me odiaba mucho por ello.
Acariciaba su cuerpo como si de verdad ella, estuviera pegada
a mí, dulce, adorable y cargada de ternura, como en los comienzos,
cuando aún éramos inocentes los dos...
Pero el tiempo no perdona, ¡nos rompe a pedazos! a la vez que
nos zarandea,
nos muele a golpes de necias manifestaciones, sentimientos y
pasiones que se vuelven engaños y monotonía, o tal vez sea la justa vara de
medir del tiempo, infligiéndonos fracaso tras fracasos.
s.