Me dejas, muy coqueta,
que me
aproxime a ti
y sonríes, con tus labios
vestidos
de azul.
Sí, es
cierto
que no es
precisamente
el color
que mejor
queda con
tu piel,
más
tampoco deseaba yo
sentir el
gusto amargo
que me
diste cuando de ellos bebí.
Te
sonrojas al posar
tus
labios en mi boca,
pero no es
de vergüenza
sino de
rabia
al darte
cuenta
que
tienen la huella
de otros
labios más jóvenes.
No entres
en cólera
ni te
engañes más mi amor,
mírame
bien,
no
envejecemos al mismo ritmo,
tu piel,
antes tersa y suave,
se
cuartea, agrieta y muere,
mientras
la mía,
antaño
dura y gruesa,
pese a mis
años, se mantiene.