Me lanzo a naufragar en una tormenta
que nunca antes he conocido,
que nunca antes he conocido,
sintiendo el ahogo como un drama menor,
una prenda a pagar por mis faltas,
por no pensar ni tomar decisión ninguna.
Me dejo embestir por las olas de la ignorancia,
esperando una salvación que no acaba por llegar
y, no lo dudo... me dejo ahogar.
Mas no importa, pienso: ¿estará lo que sembré?,
o ¿alguien recordará alguna vez,
sabrá que fui yo quien les salvó?
quien pese a su deshonra,
¿sabrá cuándo debió llegar su hora y no se cumplió?
Percibo el dolor que siente mi cuerpo,
golpeado una y otra vez contra las rocas.
Se siente roto y quebrado,
como un muñeco de madera podrida.
Un puzle deshecho a puñetazos
por la rabieta de un inmortal infantil.
Noto que me invade el sopor.
Es la llamada de la muerte…
Una caricia fría, que nadie desea ni quiere,
me espera en la puerta,
no quiero dejarla entrar pero, insiste
en que soy yo quien debe ir donde ella está..
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