Te persigo tal cual un ave rapaz,
con la misma ansia de un hambriento
y con la desesperación de quien sabe que
jamás conseguirá alcanzarte.
Mis sueños como castigo
me sacuden el alma
y mortifican mi cuerpo con ansia salvaje,
no dejando ni por asomo
esperanza o ilusión alguna para esperarte.
¿Qué será de mí? me pregunto a cada instante…
y no deja de sorprenderme
con que velocidad no tarda mi mente en contestarme…
¡Muérete!
No ceja mi empeño, no obstante,
en buscar una nueva oportunidad
para ensañarme…
Busco la felicidad
como el náufrago busca el agua
con la cual no deshidratarse.