Vivo a espaldas del amor, olvidado, sombrío.
Le niego con tenaz energía mi frente y mi pecho
para guarecerse, dormir o inhibirse de su calor tardío.
No me siento culpable, no puedo actuar de otro modo,
mi vida es un caos y poco o nada puedo yo aportarle.
Me enoja tanto la frialdad casi lúcida de lo que siento...
Cómo me espanta insufrible la soledad sombría,
aquella que me abraza desdentada, me vela y me acompaña
mientras se ríe y se solaza de mi sentir, mustio y culpable.
Triste y sin esperanza, vuela mi espíritu buscando sin fe,
a quién sepa retener en sus manos mi corazón y aleje
el horror y el miedo que llevo pegado a mi cuerpo desarmado.
Mientras, mi alma seguirá huyendo, cayendo en brasas
¡en volcanes incendiados! para luego beber del veneno,
el mismo que me humedece seco, mis labios helados...