Entre dardos de deseo y calentura,
aprisiono sus labios con mi boca y, vehemente,
mi lengua se introduce en su garganta, y juega con su lengua,
haciendo figuras geométricas, juguetona, traviesa y ansiosa.
Mis manos no paran de moverse por su cuerpo,
intentando incendiarla, torturándola, loca de deseo,
hasta hacerla arder y quemarse,
¡disfrutando de un demoníaco y sofocante placer!
Entonces que, de una mordida, me hice dueño de sus muslos
y éstos como un mártir, se me abrieron dejando paso
a mi hombría que, orgullosa, entraba en sus entrañas,
provocando en sus adentros un seísmo furibundo.
Una llameante explosión, que la daba y nos dio placer
hasta en nuestras almas, como lava ardiente…
hasta dejarnos exhaustos, agotados,
sudorosos, satisfechos y henchidos del placer.
aprisiono sus labios con mi boca y, vehemente,
mi lengua se introduce en su garganta, y juega con su lengua,
haciendo figuras geométricas, juguetona, traviesa y ansiosa.
Mis manos no paran de moverse por su cuerpo,
intentando incendiarla, torturándola, loca de deseo,
hasta hacerla arder y quemarse,
¡disfrutando de un demoníaco y sofocante placer!
Entonces que, de una mordida, me hice dueño de sus muslos
y éstos como un mártir, se me abrieron dejando paso
a mi hombría que, orgullosa, entraba en sus entrañas,
provocando en sus adentros un seísmo furibundo.
Una llameante explosión, que la daba y nos dio placer
hasta en nuestras almas, como lava ardiente…
hasta dejarnos exhaustos, agotados,
sudorosos, satisfechos y henchidos del placer.